La presente discusión se ciñe a la idea crítica de la teoría de agencia como ciencia. Esto es a causa de la necesidad de buscar una anticipación a los hechos delictivos entre principal y agente en lo general y los actos del administrador, en lo particular. Esta necesidad es estimable en un contexto del desarrollo de una teoría científica y su ensamble con otras disciplinas que sirvan de influjo para una mejor interpretación, explicación y una potencial predicción de eventos delictivos.
Coase (1934) en su Naturaleza de la Firma hace una crítica a los conceptos de mercados perfectos, aduciendo que el mercado es menos eficiente que la empresa en la asignación de recursos y sus costos. Desde el punto de vista de Kuhn (2013), es equivalente a decir que Coase encontró una anomalía en la teoría de los mercados perfectos. Aunque para Robinson (1973, p.12) la crisis del 29 había acumulado suficiente evidencia de la inexistencia de este tipo mercados. De hecho Coase[1] toma de Robinson la regla de verificación para refutar la existencia de las leyes del mercado perfecto.
Siguiendo a Robinson y a Coase, en las aspiraciones de realizar un análisis crítico del carácter científico de una teoría, resulta ser un trabajo algo arriesgado, justamente porque aún, en el desarrollo de las ciencias existen grandes controversias, tanto metafísicas como empíricas. No obstante, el riesgo vale la pena, pensando en los beneficios que podrían aportar ciertas conjeturas al menos teóricas y con mayor razón, alcanzar proposiciones factuales. Para esto, entenderemos como válidas las siguientes bases:
Para Bunge (2011-a) la palabra ´teoría´ hace referencia a un sistema hipotético-deductivo, que contiene e interrelaciona categorías ontológicas, “esto es, conceptos genéricos que representan componentes o características del mundo (p.37)”. Dice que idealmente, una teoría es un sistema. Agrega además (Bunge. 2011-b) que algunos de sus enunciados pueden ser comprobados empíricamente, los otros, deberán someterse a pruebas indirectas en lo posible. Por otra parte, las teorías auxiliares podrán cubrir la brecha “entre los referentes hipotéticos y sus correlatos observables, así como las técnicas experimentales capaces de activar y registrar esos apareamientos inobservables-observables (p.73)”. Aristóteles dice: “si el verdadero método consiste en partir desde los principios o en subir hasta ellos, […] siempre es preciso comenzar por cosas muy notorias y muy claras. […] El verdadero principio de todas las cosas es el hecho, y si el hecho mismo fuese siempre conocido con suficiente claridad, no habría nunca necesidad de remontarse a su causa. Una vez que se tiene un conocimiento completo del hecho, ya se está en posesión de los principios del mismo, o por lo menos se puede adquirir (p.60)”. Al respecto, cuando Coase (1937) busca establecer la manera de comprobar la validez factual de la idea de empresa, dice: “es aún más necesario no sólo que se establezca una definición precisa de la palabra empresa, sino que su diferencia de la empresa en el mundo real, si es que existe, se haga clara. Joan Robinson dijo: “las dos preguntas que se deben hacer sobre una serie de principios en la economía son: ¿son manejables? Y ¿corresponden al mundo real? (p.558)”.
Aunque es cierto que esta regla de decisión acerca de la validez del concepto de empresa en el contexto de mercados perfectos, resolvió solamente una parte de los elementos de los que conlleva dicho concepto, fue Knight (1921), Jensen (1983), Williamson (1987) y otros los que comenzaron a conformar las propiedades del “Agente”. Sin embargo, siguiendo las premisas de Bunge (2011-a y b), la teoría del agente no tiene la factura de sistema hipotético-deductivo. Es rica en hechos parciales y lo que se acostumbra a llamar “categoría especial del problema de agencia”, tales como, el contrato incompleto, la relación entre mayoritarios y minoritarios, entre otras, son todas conductas inmorales de los administradores en lo particular, pero sin una regla que las ordene de manera causal. Por decirlo de algún modo, esta teoría estudia la carnada, más que las glándulas salivales del perro hambriento.
Siguiendo a Aristóteles, la teoría de agencia carece de una interpretación causal del fenómeno, pues, solo se remite a connotar las acciones oportunistas del agente, está centrado más en las consecuencias de “la cosa en sí” y no en las propiedades características o los componentes que se configuran en el agente ante los problemas de agencia. Esto impide o al menos, limita el carácter sistémico de una teoría, y por tanto, su carácter predictivo (Popper, 1934. Lakatos, 1974. Bunge, 2011-a).
Por otra parte, las teorías que estudian los actos morales que van en perjuicio de la propiedad, o si se quiere del valor económico, presentan hallazgos que buscan explicar los desequilibrios orgánico-psicológicos de la personalidad, ya sea morfológico, funcional o psicológico, tal como se ha mostrado en las páginas precedentes. Tal vez por el hecho que estas disciplinas antropológicas son de mayor data que la teoría de agencia, presentan una mayor sistematización en sus métodos y en sus explicaciones. En este sentido, “la criminología es entendida como una ciencia sintética, causal explicativa, natural y cultural de las conductas antisociales (Rodríguez, 1981. p.3)”.
Teniendo en cuenta lo anterior, existe un consenso significativo, en el carácter predictivo de las bases biológicas, en particular de las variables temperamentales de la personalidad y la delincuencia (Luengo et al. 2002). La heurística del modelo de Eysenk (1964, 1997) donde propone el estudio de dos dimensiones básicas de la personalidad: la ansiedad y la impulsividad. Estas dimensiones “se expresarían como diferencias individuales relevantes en la sensibilidad de los sistemas neurológicos para responder a señales ambientales de recompensa y castigo. Diferentes sistemas funcionales regularían cada una de estas dimensiones (p.18)”. Las aportaciones de Gay permiten establecer que dichas dimensiones se relacionan con una alta sensibilidad “a la posibilidad de obtener estímulos recompensantes y con una susceptibilidad relativamente débil al castigo (p.18)”. En síntesis, un modelo predictivo que muestra alto puntaje en impulsividad y baja puntuación en ansiedad. Estas propuestas se ajustan a las descripciones de la teoría de agencia, donde predomina el carácter oportunista y la neutralidad al riesgo de parte del agente (Williamson. 1987). No obstante, la base científica de la criminalística permite desarrollar modelos explicativos y predictivos, de mayor contenido empírico que la teoría de agencia. Por tanto, cabría en la categoría de teoría progresiva, en cambio, la teoría de agencia, sería regresiva (Lakatos, 1974).
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Otras aportaciones a lo anterior, algo alejadas de la ciencia, pero que también miran la conducta de los humanos, es el caso de la carta del apóstol Santiago (1:14) cuando dice que somos “provocados y cautivados” por nuestro propio deseo. De igual modo, en La Odisea de Homero dice:
“…la diosa [Circe] se apartó con Odiseo y le contó lo que aún los esperaba. Pasarían por un lugar donde las Sirenas atraen a los hombres con sus cantos. […] En ese momento debía Odiseo prepara a su gente tapándoles los oídos con cera, pero si él mismo quería escuchar ese canto inigualable, tendría que hacerse atar fuertemente al palo del mástil. (p.149)”.
¿Cuál debiera ser nuestra Circe que nos permita atar lo provocativo de nuestros deseos, evitando la sensación del vértigo por alcanzar una recompensa sin temer al castigo, como predicen los modelos de Eysenk y Gay? ¿Cuál es la atadura al palo del mástil que nos ayudará a evitar perder la embarcación y la tripulación en pos del canto inigualable?
[1] Cf. p.558