Los conflictos entre el principal y el agente es un fenómeno estudiado desde los filósofos griegos hasta el día de hoy. Esta relación de carácter contractual, está basada en intereses divergentes entre las partes, principal y agente. Aristóteles y Maquiavelo dejaron evidencia de las fuerzas internas del hombre y su inclinación hacia la maldad y el delito, sobre todo, ante el poder y el dinero.
Las fuerzas internas del hombre lo inclinan hacia lo justo o lo injusto (Aristóteles, 2012). Las fuerzas del delito yacen en algún defecto de entendimiento o bien, errores de razonamiento o captura de las pasiones (Hobbes, 2013 [1651]). Del mismo argumento era Montesquieu (2013 [1748]) al decir que la violación de las leyes se debía a la inteligencia limitada del hombre. Agrega, que el hombre crea leyes y normas, las viola y luego las cambia. “Somos presa de mil pasiones” (p.5). En este punto, para Kant (2013 [1785]) la razón humana intenta primero los caminos ilícitos que los caminos de la verdad, donde prima la “peculiar constitución de la naturaleza humana o de las circunstancias contingentes en que se coloca” (p.59)[1]. Esto ya había sido observado por Aristóteles (2012), al mencionar que el hombre se compone de dos elementos, a saber: el alma y el cuerpo. “Por eso hay que observar al hombre que está mejor dispuesto en cuerpo y alma, y en él esto resulta evidente. Ya que en los malvados, o de comportamiento vicioso, puede parecer muchas veces que el cuerpo domina al alma, por su disposición vil o contra natural” (p.52).
Es particularmente interesante discurrir el hecho que el problema entre principal y agente no se estudia como tal, en economía (donde se está lidiando con la comprensión de los equilibrios entre los factores que intervienen en el mercado del trabajo, el mercado de bienes y servicios, el mercado del dinero y los precios generales de la economía) y en sociología (donde se está lidiando con la comprensión de las estructuras sociales y los fenómenos de las diferentes instituciones), pero sí se investiga en finanzas corporativas y en derecho penal. Una posible explicación está en el hecho que las finanzas abordan conductas bajo el influjo del dinero y el mercado (Brealey, Myers, & Allen, 2010) y, por otro lado, al influjo de la propiedad y su valor (Demsetz, 1987; Ostrom, 2009; Foss & Foss, 2015). Sin duda, ser propietario de un bien puesto a producir dispondría, de algún modo, de cierta cuantía en el flujo de caja libre, o sí se quiere: creación de valor. Un emprendimiento pondrá activos en acción con la esperanza de obtener un beneficio. Sin embargo, en la medida que dicho activo aumenta de tamaño, también aumentará el tamaño del flujo de caja libre, en donde el principal y el agente entrarán en conflicto a causa de dicho influjo de dinero (Jensen, 1986; Williamson, 1987; Harford, Mansi & Maxwell, 2012).
En este sentido, se ha establecido que la asimetría de información tiene un efecto sobre el dinero (Akerlof, 1970; Stiglitz & Weiss, 1981), y el dinero, potencialmente, podría implicar algún tipo de delito (Li, 2010; Darby & Karni, 1973; Yu & Yu, 2012, Chen, Lu & Sougiannis, 2012). Tal vez, es posible pensar que esta es la razón de la existencia de los mercado perfectos, ya que el tamaño del activo no requiere de agente que administre, basta solo con el principal, es decir, el flujo de caja libre es pequeño y solo representa la renta del principal. Por otra parte, los esfuerzos por modelar los conflictos entre principal han estado en manos de las disciplinas de la economía de la información (Macho & Pérez, 2005) y de la economía del delito (van Winden, F. A., & Ash, 2012; DeMarzo, P. M., Fishman, M. J., He, Z., & Wang, N. (2012).
Ya se ha dicho que el conflicto entre principal y agente se produce al momento en que ambos se relacionan con la propiedad y el flujo de caja generado por dicho activo. Ambos elementos, propiedad y flujo de caja, también se encuentran en un espacio acotado. El producto del trabajo del agente es un servicio que el principal contrata, señala Adam Smith[2] (2013 [1776]). Además, dice textual que: “Los salarios corrientes dependen en todos los lugares del contrato que se establece normalmente entre dos partes, cuyos intereses en modo alguno son coincidentes.” (p.110). Esta idea fue ampliamente estudiada por Jensen & Meckling (1976), Eisenhardt (1989), Eichenwald y Richtel (2002) Moohr (2003), Levine (2005), Will, Handelman & Brotherton (2013). A juicio de Jensen (1983), el agente tenderá a incumplir las condiciones pactadas del contrato. Aunque como indica Smith (2013 [1776]) y Nietzsche (2013 [1887]), en ocasiones el incumplimiento viene de parte del contratante. Desde las finanzas conductuales se han evidenciado importantes hallazgos en los procesos de decisiones, particularmente, de los inversores, las que ha ido en contra de una serie de argumentaciones sostenidas por largo tiempo en las finanzas clásicas, siempre desde fuentes psicológicas o educacionales. (De Bondt, Muradoglu, Shefrin & Staikouras, 2008; Statman, 2014; Lodhi, 2014) y no como conflicto entre principal y agente.
Siguiendo la idea de que el contrato es un asunto referido a algunas formalidades (lo que en teoría podría llamarse contratos incompletos) y que los reales esfuerzos en torno a la propiedad y el flujo de caja de retorno por la gestión tanto de principal y agente, atienden a la perspectiva subjetiva de las partes acerca del valor, y en particular, al valor residual, que en determinadas circunstancia se denomina cuasirrentas[3], en donde Hart (1995) indica que son de propiedad del principal, en cambio el agente piensa diferente, de esto, se produce un ámbito de conflicto. Por otra parte, Jensen y Meckling (1976) dan referencia a las “pérdidas residuales[4]” que la empresa experimenta por las decisiones divergentes entre principal y agente, lo que redunda en perjuicio en el valor de la firma.
De lo anterior, es posible desprender que la idea del homo economicus “no es más que un recurso analítico, esencialmente terminológico”, como diría Knight (1952, p.454) en la controversia con Herskovits[5] y, por tanto, sus categorías conceptuales no son verificables. Por esta razón, nos desharemos de esta conceptualización, puesto que entorpece el análisis de la naturaleza del hombre en su relación con la propiedad y la riqueza.
Esta conceptualización es diferente a lo entendido en las leyes de la libertad de Kant (2013 [1785]), puesto que su discusión de la moral distingue a dos tipos de hombres, a saber: los hombres que correlacionan su voluntad con la razón; en cambio, otros hombres cuya ley está regida por objetos que orientan sus actos de voluntad, hacen que los actos se articulen mediante motores subjetivos y contingentes según el acontecer de cada individuo. Hayek (2010 [1944]) piensa que este hecho es esperable, pues a su juicio los individuos no tienen la capacidad de contener un código moral completo en su mente, y que por esta razón, las acciones personales se orientan en un flujo de actos con un código parcial que no es cuestionado como si estuviera incompleto, es decir, “la moral ha tendido, cada vez más, a constituir solamente los límites que circunscriben la esfera dentro de la cual el individuo puede comportarse a su gusto” (p.114) y no como una conducta universal. Advierte que esto no es hablar de un “hombre interesado o egoísta o que deba serlo” (p.115), sino que, ante la limitación de las facultades imaginativas del ser humano, y por este hecho, siendo escalas de valores parciales, cada individuo tendrá una porción de ellas y que extrañamente podrían coincidir entre muchos hombres, al punto que podrían ser contradictorias entre sí. Por tanto, compartir valores comunes es algo alejado al hombre, termina diciendo el jurista
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[1] Metafísica de las costumbres [2] La riqueza de las naciones [3] Respecto a este concepto, seguiremos la definición dada por Jensen (1986) indicado en la nota 2, cito textual: “Las rentas son retornos en exceso del costo de oportunidad de los recursos para la actividad. Las cuasirrentas son retornos en exceso del costo de oportunidad a corto plazo de los recursos para la actividad.” (p.2) [4] Cita textual (p.6): “En la mayoría de las relaciones de agencia, el principal y el agente, se incurren en vigilancia positiva y costos de contratación (no pecuniarias, así como pecuniarias). Por otra parte, habrá algunas divergencias entre las decisiones del agente y aquellas decisiones que el director estima que maximizan el beneficio. Esta divergencia, equivalente en dólares, es también un coste de la relación de agencia, y nos referimos a este último costo como la "pérdida residual". Definimos que los costos de agencia es la suma de:
-
los gastos de supervisión por parte del director
-
los gastos de contratación del agente,
-
la pérdida residual.”
[5] Ver Antropología económica de M. Herskovits del Fondo de Cultura Económica. 1era. Edición en español. 1954.