El Agente. Las fuerzas internas III

Hay un hecho notable en la naturaleza humana: Cambiarán las culturas, los siglos y los avances tecnológicos, pero no dejaremos de ser los de siempre. Esto es muy fácil de verificar si revisamos la reforma de Solón en el siglo VI antes de Cristo, o bien, lo que acontece con la propiedad y la riqueza durante la Revolución Industrial o la Revolución Francesa, las guerras mundiales y las locales; las crisis financieras, las grandes estafas en los mercados; y las bélicas actuaciones en contra de los gobiernos. Es la historia de la lucha por la propiedad y el valor. Hoy no es diferente. Nada hace cambiar al hombre, ni la cultura, ni las experiencias ancestrales. Somos una gran carga energética que el mundo y su acontecer no ha podido cambiar su rumbo.

Los hallazgos de Wilson (2011 [1975]) dicen que todo comportamiento social tiene una base biológica y que la sociología estudia la sociedad humana desde una perspectiva estructuralista, con un enfoque fenotípico, intuitivo. Sostiene la tesis que “cuando el organismo añade un comportamiento social más complejo a las técnicas de reproducción de los genes, el altruismo se incrementa y aparece, a la larga, de forma exagerada” (p.3). A continuación, ofrece su respuesta: “si los genes causantes del altruismo son compartidos por dos organismos a causa de una ascendencia común y si el acto altruista de un organismo aumenta la contribución conjunta de estos genes a la próxima generación, la propensión al altruismo se propagará al sustrato génico” (p.3-4). También señala que “la conducta social humana descansa sobre bases genéticas […], organizada por ciertos genes que compartimos con las especies estrechamente relacionadas con la nuestra y que hay otros que son únicos de la especie humana” (2011 [1979], p.55).

Una forma expresada en esta historia de la lucha por la propiedad y el valor, radica en la agresión y la dominación a diferentes niveles dentro de una comunidad. Foucault (1988) habla de las relaciones de poder a causa de las relaciones de producción y significado, las cuales son luchas por la legitimidad de los modelos institucionales en algunos momentos de la historia, o bien, luchas a favor o en contra de la gobernabilidad de la individualización del sujeto. Es decir, existe en determinados momentos de la historia de la humanidad, la aplicación de prácticas divisorias fundados en una economía del poder como conceptualización de la racionalidad, ya sea, mediantes mecanismos de dominación, explotación o sumisión. Advierte este pensador que estos mecanismos no son referidos a una nación o un pueblo, es algo más transversal e inmediato, es lo que denomina: la microfísica del poder (Foucault, 2008 [1975]). Dice textual:

el estudio de esta microfísica supone que el poder que en ella se ejerce no se conciba como una propiedad, sino como una estrategia, que sus efectos de dominación no sean atribuidos a una «apropiación», sino a disposiciones, a maniobras, a tácticas, a técnicas, a funcionamientos; que se descifre en él una red de relaciones siempre tensas, siempre en actividad, más que un privilegio que se podría detentar; que se le dé como modelo la batalla perpetua más que el contrato que opera un traspaso o la conquista que se apodera de un territorio” (p.36).

Esta estrategia de la economía del poder de Foucault, opera en un contexto relativamente pequeño, por ejemplo, el médico y el enfermo, el profesor y el alumno, el policía y el detenido, el juez y el imputado, el accionista y el administrador, el accionista mayoritario y los minoritarios, el bondholders y los shareholders.

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