El Agente. La antropología criminal I

La necesidad de relacionar la teoría de agencia con la antropología criminal, tiene por objeto explorar el problema de manera multidisciplinaria. Siguiendo las líneas de Popper (1991), no se trata de estudiar un tema en particular, “sino problemas, y los problemas pueden atravesar los límites de cualquier objeto de estudio o disciplina (p.95)”. En este sentido, las nociones de la antropología criminal podrían dar aportaciones tendientes a configurar la relación causal y las prevenciones ante la conducta del agente, es decir, mitigar la selección adversa.

Di Tullio (1950) en su Tratado de Antropología Criminal, define el alcance de esta ciencia y su objeto de estudio, a saber, la personalidad del delincuente. En este sentido, estima que la conducta de este individuo está impulsada por factores que componen su personalidad, ya sea, en el ámbito morfológico, funcional o psicológico, y que dependiendo del evento, el proceso de respuestas delictivas transitará entre causas fisio-psicológicas y psicológicos. Aunque estos procesos podrían ser atenuados, cito textual:

La antropología criminal estudia la personalidad del delincuente con el mismo método científico que se sigue en las ciencias biológicas y psicológicas en general, y por la ciencia de la constitución y de la biotipología humana en particular; método que considera a la personalidad humana como a una unidad indivisible, en la que, forma y función, caracteres somáticos y caracteres psíquicos, fuerzas materiales y fuerzas espirituales, están estrechamente coligadas y coordinadas entre sí, de manera tal que cada examen de la personalidad individual debe ser siempre sea morfológico, sea funcional, o sea psicológico; estableciendo bien claramente además que no existe fatalismo en la criminalidad, aunque sí un determinismo, a veces fisio-psicológico, y otras solamente psicológico, y que tal determinismo es considerado con sucesiones y concatenaciones de fenómenos, mediante los cuales se incuba un proceso, o sea, con los mismos criterios que son seguidos en el estudio de las causas de toda actividad humana, sea normal o anormal; y reconoce no menos claramente que la personalidad del delincuente, del mismo modo que la de cualquier otro individuo, siempre es susceptible de modificaciones más o menos profundas, y es siempre, por consiguiente, más o menos fuertemente reeducable (pp.29-30)”.

La antropología criminal se abastece de todo avance científico que se alcance sobre la comprensión del desarrollo físico, psíquico y ambiental del hombre, y sobre las circunstancias y condiciones potenciales necesarias para el equilibrio orgánico y psíquico, y con todo, sobre el comportamiento social y moral del delincuente.[1]

Al respecto, cabe destacar que el objeto de estudio es el hombre como unidad biológica y social, y en tal sentido, hay que distinguir entre determinismo y predictibilidad de esta unidad de análisis elemental. La complejidad del objeto de estudio, limita el grado de explicación del fenómeno y su predicción científica, o al menos, para dar una explicación multifactorial del agente, lo cual representa un desafío para el desarrollo científico. Según los biólogos Maturana y Varela (2012), cito textual:

“se habla de predicción cada vez que después de considerar el estado presente de un sistema cualesquiera que observamos, afirmamos que habrá un estado consecuente en él que resultará de su dinámica estructural y que también podremos revelar lo que como observadores esperamos que ocurra.

De esto se sigue que la predictibilidad no es siempre posible, y que no es lo mismo afirmar el carácter estructuralmente determinado de un sistema, que afirmar su completa predictibilidad. Porque como observadores podemos no estar en condiciones de conocer lo que es necesario conocer en el operar de un cierto sistema para que una afirmación predictiva sea posible en él (p.81)”.

Por otra parte, y como ya se indicó, la teoría de agencia toma como unidad de análisis elemental al constructo individuo (Jensen. 1983), al cual le asigna dos propiedades: i) neutralidad al riesgo y ii) sentido de oportunismo. Es decir, dos propiedades o predicados del sujeto, que configuran la materialización de un delito que busca privilegiar los intereses del agente por sobre los intereses del principal. La teoría de agencia no indaga en los orígenes de este conflicto de intereses, ni por qué el agente se ve cautivado por romper los acuerdos y límites de su gestión respecto a la propiedad de los activos.

La antropología criminal estudia este fenómeno, y es categórica al decir que “todo acto criminoso está ante todo rodeado de los caracteres psíquicos del delincuente, y especialmente en aquellos que conciernen la esfera de los instintos, de la afectividad y de la sentimentalidad[2]. Es claro que el organismo humano es interdependencia en su totalidad, “por lo cual la reacción a un estímulo constituye un nuevo estímulo que favorece una segunda reacción[3]; y las causas pasan a ser efectos y los efectos causas. En este sentido, las condiciones exógenas actúan sobre el delincuente en ocasión del delito, por lo que “cada individuo actúa enteramente de manera personal a las condiciones exógenas o ambientales. El individuo no sufre pasivamente el ambiente[4], pero se comporta reaccionando a él, y tanto más intensamente, cuando más su propia personalidad presente notas de originalidad, sean superiores o inferiores, sean positivas o negativas, sean útiles o dañinas[5]”.

Para Ferguson, (2010) la personalidad y la conducta antisocial podrían definirse como “un sub-producto de la agresión humana normal (p166)”. Es decir, es un comportamiento intencionado y dirigido a causar daño físico o humillación a otra persona, sin tener en alta estima, el bienestar o los derechos de la víctima. Advierte Ferguson que no todos los comportamientos agresivos son antisociales, como ejemplo indica “el caso de la actuación motivada por la legítima defensa ante una persona que amenaza, sería considerado un comportamiento agresivo, pero no antisocial (166)”.  Por otra parte, podría decirse que una conducta antisocial es finalmente, romper las reglas y las expectativas sociales que afectan a las personas y la propiedad (Bonilla y Fernández. 2006).

De lo anterior, Di Tulio dice que:

“se entenderá a un hombre socialmente honesto[6] como aquel que satisface sus necesidades, bien sean egoístas, por medios lícitos, es decir consentidos por la tradición y por las leyes; en cambio, será delincuente aquel que, a tal fin, usa medios ilícitos y comete aquellas acciones que chocan los intereses y la vida ajena, y que, por su gravedad, son considerados por la ley como delitos” (p.113).

Pese a esta definición[7], no es fácil determinar quién es honesto y quién no, nos encontramos ante un problema, puesto que individuos que son víctimas de conductas antisociales, principalmente en actos crimonosos relacionados con la propiedad y control de la gestión de empresas, deben llegar a acuerdos pre-judiciales, con el fin de evitar costos de imagen corporativa, situación que impide el estudio y la clasificación psicológica de este tipo de delincuentes, y los deja impune (Sutherland. 1992). Estos actos crimonosos, se denominan delitos de cuello blanco[8] y son actos cometidos por personas de responsabilidad y estatus social alto, en razón de su ocupación laboral o lo que es lo mismo: mediante un contrato. El fraude es un delito de cuello blanco, y se refiere “al engaño activo o tergiversación por el silencio, con el propósito de sacar provecho a expensas de otro (p63)”. Estas actividades criminales se extienden mediante disímiles mecanismos de tergiversación y ocultamiento de datos en “balances, ventas de títulos engañosamente valorados, alza de precios de manera fraudulenta para la venta de propiedades[9]”, entre otros formatos delictivos. En resumen, estos delitos tiene como eje articulador “la violación de la confianza delegada o implícita (Sutherland. 1940)” y violan la confianza afectando negativamente la moral social, con efectos perniciosos a gran escala en la sociedad[10]. Según Donet (2013.  p.60), los delitos de cuello blanco han pasado a llamarse delitos de la clase media-alta o bien, delitos de poderosos con perfil de delincuente.

Lo anterior, es lo que los pensadores de la teoría de agencia describen como conductas oportunistas y riesgo moral. Pero, como lo muestra Di Tullio (1950) son actos que nacen desde la personalidad humana, la que está hecha de “materia y espíritu”. Por tanto, debe ser analizado como “una sola unidad hecha de cuerpo animado y de alma encarnada, por lo cual nada se produce en el cuerpo que no tenga también repercusión en el espíritu (p9)”. Esto podría asociarse a la idea platónica de: “cuerpo sano, mente sana”. El filósofo Bröker (1963), refiriéndose a las investigaciones de Aristóteles, dice que “el alma es el contenido-de-ser […] un cuerpo que tiene en sí mismo el principio de su movimiento, que tiene el instrumento vital. […] El alma no es, pues, una cosa ante los ojos existente en el cuerpo, sino el ser propio del cuerpo en cuanto viviente, el ser-vivo en cuanto tal (pp.119-120)”. Claro está que esta “materia y espíritu” de “cuello blanco” en ocasión de su “trabajo y estatus” (o lo que es lo mismo: bajo un contrato) delinquirá mediante el aprovechamiento de la confianza entregada por el principal, sin importar los mecanismos, con tal de obtener dinero proveniente de la liquidez generada por algún activo.

Como breviario puede indicarse que la teoría de agencia y la teoría de crimen de cuello blanco presentan mucha convergencia, ya que la primera describe hechos reñidos con la moral ante un contrato privado y la segunda, hechos reñidos con la moral ante un contrato social. Aunque podría añadirse que la última tiene en consideración los aspectos legales y penales, que en suma, son los descalabros financieros que se interpretan a la luz de la teoría de agencia. Ambas teorías presentan la misma unidad de análisis.

La unidad de análisis fundamental presentada por Jensen (1983) en la teoría de agencia y estudiada por Williamson (1987) y otros, es el agente, cuyas propiedades subyacentes son la aversión al riesgo y el sentido de oportunidad delictiva. Por otra parte, la antropología criminal presenta la misma unidad de análisis que la teoría de agencia, pero sus propiedades apuntan a explicar la aversión al riesgo y el sentido de oportunismo del delincuente, entendiendo que el agente es un antisocial; que su base delictiva es un fenómeno que se articula en la esfera de la personalidad; y que el ambiente, es un influjo de la realidad que el delincuente toma de manera activa, articulando su conducta en contra de la propiedad ajena. El agente es un alma delictiva.

Anímate y deja tu comentario al final de este documento.

[1] Cf. Di Tulio (1950). Tratado de Antropología Criminal.  p32.

[2] Op. Cit. p64

[3] Cf. p92

[4] íd. Sobral et al. (2002). “Biología, personalidad y delincuencia”. En la página 21

[5] Cf. p93

[6] El tratadista Di Tullio (1950) dice en la página 228: “El hombre medio o normal es aquel que posee suficiente capacidad para hacerse un concepto de lo que es lícito y de lo que no es lícito, de los que es bueno y de lo que es malo, y reconocer, por experiencia, que lo lícito y lo malo está reprobado por la opinión general, y en ciertos casos prohibido y penado por las leyes. Lo que quiere decir que el hombre medio o normal posee el concepto y el juicio moral, o sea posee una moral teórica, que constituye un importante motivo o estímulo criminoso-resistente, o criminoso-repulsivo”. Lo mismo en la Biblia, en el libro de Romanos 2:14-15 dice: “Porque siempre que los […] que no tienen ley hacen por naturaleza las cosas de la ley, estos, aunque no tienen ley, son una ley para sí mismo. Son los mismísimos que demuestran que la sustancia de la ley está escrita en sus corazones”.

[7] En el trabajo de Bonilla y Fernández (2006), se habla de conducta antisocial y hace referencia a un comportamiento que causa un daño o bien, rompe reglas, “mediante acciones agresivas, hurtos, vandalismos, piromanía, absentismo escolar y huidas de casa“(p.69). Incluso causan daño a la propiedad y a la sociedad.

[8] Cf. p14

[9] Cf. p63

[10] Cf. p15

4 comentarios sobre “El Agente. La antropología criminal I

  1. Estimado Eveymar:

    Tu reflexión acerca de los aspectos delictivos del agente, son muy interesantes. Verás que la teoría de agencia tiene como unidad de análisis «al hombre oportunista», el cual está permanentemente privilegiando sus intereses por sobre los compromisos que ha comprometido con el principal. Desde el punto de la antropología criminal, el agente contiene en su totalidad motores internos que lo hacen propenso al delito. Tal como dice Di Tullio y otros autores modernos, las fuerzas internas hacia el delito, determinan al individuo, pero no lo predestinan. Deberán establecerse los factores promotores del delito y la manera en que presionan al individuo ha actuar desde su originalidad y desde sus propensiones delictivas.

    Como lo indican varios autores que he mencionado, las personas normales son inmunes a contextos delictivos, lo cual es a lo que te refieres. No obstante, quiero insistir en esto, la teoría de agencia no se refiere a este tipo de personas, más bien, a aquellos que tienen una propensión. Hay variados investigadores que proponen modelos predictivos del delito. En este sentido, existen, en Colombia por ejemplo, predictores para adolescentes. Sin embargo, tal como indica Sutherland (1939, 1945) no es fácil estudiar la propensión del delito de los gerentes, por el grado de eficiencia en el ocultamiento de delitos por parte de ellos.

    Sin duda, comprendo tu contra argumentación a la teoría de agencia. No obstante, lo que he indicado en este texto y otros más avanzados, es que existe en «algunos» gerentes una fuerza interna para delinquir.

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  2. La teoría de agencias incluye per se el riesgo entre la diferencia de criterio empresarial y la aparición de intereses no comunes entre las partes. Sin embargo, no estoy de acuerdo con la afirmación de que el agente es un alma delictiva ya que siempre se tiene la opción de salir y terminar con el contrato. Como bien lo menciona las acciones del individuo van ligadas a muchos factores y creo que difícilmente se pueda predecir en el entorno financiero la conducta humana.

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  3. Creo que el problema radica en sentirnos como individuos, mientras no cambiemos la forma de pensar, y nos demos cuenta que no somos individuos, sino un todo, crearemos un cambio verdadero y una evolución del ser, pienso que es una realidad factible, que se conseguirá de la mano con la tecnología y la automatización, al lograr mejorar los procesos productivos, permitirá más tiempo al individuo para pensar y desarrollarse.

    Muy interesante el blog y la mirada global de las finanzas llevada otro nivel, simplemente brillante.
    Saludos.

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    1. Estimado Daniel:

      El artículo al cual haces referencia busca proponer una reinterpretación de la teoría de agencia, sin abandonar el núcleo que hace de esta teoría una de los principales constructos en las finanzas corporativas. Por esta razón, se presenta una propuesta desde los componentes biológicos investigados en la antropología criminal.

      Tu afirmación, cuando dices: «sino un todo», es concordante con las propuestas biológicas de la ética y la conducta. Esa es una falla de la teoría de agencia, que nos hace pensar que somos solo «racionalidad y actos oportunistas», pero esta teoría no estudia los motores que gatillan conductas que dañan la administración y el bienestar de las organizaciones.

      Yo no estoy muy seguro de lo que planteas ante un mejor «pensar y desarrollarse» sobre la base del avance tecnológico. Somos tal como eran los romanos y los griegos clásicos.

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